LA LIEBRE Y LA TORTUGA
De
nada sirve correr; es mejor llegar a tiempo, así nos lo demuestran la liebre y
la tortuga. “apostemos, dijo la tortuga, a que no llegaras a ese árbol antes
que yo….
“¿Qué
no llegare? ¿Estás loca?, replico la liebre burlona. Tendrás que purgarte antes
de empezar la carrera”
“loca
o no te sostengo la a puesta”.
Así
se hizo y las dos dejaron junto al árbol lo apostado. (No importa saber lo que
se jugaron ni tampoco quien fue el juez de la tienda).
Nuestra
liebre no tiene que dar más que cuatro saltos, digo cuatro porque yo he visto
los saltos desesperados que dan las liebres cuando son perseguidas por los
perros de los cazadores a quienes hacen atravesar montes y praderas, hasta
perderlos de vista.
Así
que, como tenía tiempo de sobra para comer, descansar y dormir, dejo que la
tortuga se adelantaba con su paso lento.
La
liebre, sin embrago, desdeñosa desprecio una fácil victoria, dándole la ventaja
a su competidor, así que demoro la salida. Comió hierba fresca, descanso y se
entretuvo en cualquier cosa olvidándose de su compañera.
De
pronto advirtió que la tortuga casi llegaba a la meta.
Corrió
como una flecha, pero sus esfuerzos fueron vanos: la tortuga llego primero.
“pues
bien le dijo ella: ¿tenía o no razón? ¿De qué te sirve tu agilidad? ¡Vencida
por mí! ¿Qué sería de ti si llevaras, como yo, la casa o cuestas?
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