LAS TRES PIPAS
Una vez u miembro de la tribu
piel roja se presentó furioso ante su jefe para infórmele que estaba decido a
tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido
gravemente.
Quería ir inmediatamente y
matarlo sin piedad. El jefe lo escucho atentamente y luego le propuso que
fuera a hacer lo que había pensado, pero
antes de hacerlo llenar su pipa de tabaco y fumara con calma al pie del árbol.
El hombre cargo su pipa y fue a
sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardo
una semana en terminar la pipa. Luego sacudió sus cenias y decidió volver a hablar
con el jefe piel roja para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza
memorable para que nunca se le olvidara la ofensa.
Nuevamente el anciano lo
escucho y aplaudió su decisión, pero le ordeno que ya que había cambiado
parecer, llenara otra vez la pipa y fuera fumarla al mismo lugar. También esta
vez el hombre cumplió su encargo y estuvo media hora meditando.
Después regreso a donde estaba el cacique piel roja y le dijo
que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que ira a
echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos.
Como siempre, fuera escuchado
con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como
lo habían hecho las veces anteriores. El hombre medio molesto pero ya mucho más
sereno se dirigió al árbol centenario y allí sentado, fue convirtiendo en humo,
su tabaco y su problema.
Cuando termino, volvió al jefe
piel roja y le dijo:
“Penándolo mejor, veo que la
cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así
recuperare un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho”.
El jefe le regalo dos cargas de tabaco
para que fuera a fumar junto al pie del árbol, diciéndole: “Esto es precisamente lo que tenía que
pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario date tiempo para que lo descubrieras
tú mismo.
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